La ósmosis es un fenómeno físico-químico que se basa en el intercambio de un disolvente entre dos soluciones que se encuentran separadas por una membrana semipermeable. El proceso es posible gracias a que cuando dos líquidos (disolventes), con diferentes concentraciones de una sustancia, atraviesan una membrana que deja paso sólo al solvente, que debe ser el que tenga una mayor concentración, hacia el lado en el que se encuentra el de menor concentración.
Gracias al proceso de ósmosis, se puede, por ejemplo, transportar agua desde una zona con menor concentración de solutos a otra. El agua atraviesa la membranas gracias a las proteínas transmembrana llamadas acuaporinas gracias a los espacios que quedan entre los fosfolípidos de la bicapa, atendiendo a que las moléculas del agua son polares y de un tamaño reducido. Cuando se da el caso en que el soluto no puede atravesar la membrana, las concentraciones se igualan por medio de la difusión de agua, la conocida ósmosis. La clave de esta acción es que no implica un gasto de energía. Durante su proceso, sucede un cambio de presión (presión osmótica) al igual que pasa en las células de nuestro cuerpo. Esta membrana semipermeable presenta poros a modo de filtro, pero con la particularidad de que son de tamaño molecular y sólo permiten el paso a moléculas pequeñas.
Un experimento casero
Para que lo entendamos gráficamente, imaginemos un recipiente con agua dividido por un pedazo de tela a modo de membrana semipermeable que permite que las pequeñas moléculas de agua pasen a su través. Si después le agregamos un componente de mayor tamaño, como azúcar, la tela no permitirá que fluya de la misma forma que antes. Al tener las del azúcar un mayor tamaño no pasarán, evidenciando que algunas moléculas pequeñas pasan desde un área muy disuelta a través de la membrana semipermeable hacia un área con mayor concentración de moléculas más grandes. Existen diversos tipos de ósmosis, destacando la inversa, conseguida gracias a la tecnología, aplicando una presión externa a la presión osmótica para invertir el mecanismo natural de la ósmosis. En esta caso la membrana favorece la separación del 95% de las sales disueltas y es gracias a esa capacidad de separación que ahora esta técnica tiene diversas aplicaciones, desde la desanilización hasta el tratamiento de aguas residuales o la obtención de agua ultrapura.
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